Conocida por Plinio, geógrafo romano, como Corticata, fue un importante centro religioso, con un santuario en el año 1300 y un hospital con capilla en 1600.
A comienzos del siglo contaba con una población que rondaba los cuarenta habitantes y era propiedad de unos pocos colonos. Los vecinos de Carril ven en la isla una posible explotación turística y deciden comprarla y regalarla al rey Afonso XIII para que construya allí su residencia de verano. Esta construcción nunca llegó a realizarse y los vecinos la reclaman como donación real.
Al margen de estes acontecimientos a isla destaca por su variada vegetación y su riqueza faunística. Dentro de las formaciones arbóreas, compuestas principalmente por pinos y robles, hay que hacer una especial alusión a un bosque de laureles que ocupa la parte central de la isla, con una extensión de 2,5 hectáreas. Algunos de estos ejemplares (laurus nobilis), consiguen los 18 metros de altura y se acompañan de un rico sotobosque de espiños, mirtos, dafne, etc.